Debes jugar a Flaubert pequeño Ashcroft. Debes jugar a ser Flaubert. La literatura moderna apesta. Los conceptos modernos de estética apestan. Debes ser grande y apestar más que todos ellos. Llorar con lágrimas más tiernas que las del universo entero. Ashcroft. Debes rechazar las aulas. Inventar tu frío y solitario mundo. Mundo que huye del mundo de lo humano. Predicar a los nativos de un asteroide virgen los nuevos conceptos que han envejecido en tu garganta. Ashcroft despreciado por sus pares, vende baratijas a los negritos de los puertos interplanetarios. Comerciante de los conceptos del inframundo. Ouchitel de los seudos. Ashcroft. Eres el viajante de los cometas. Vuelves cada 3 siglos de visita a nuestro sistema solar. En Alfa centauri has aliviado la lujuria de las rameras de ambarinos tentáculos. En Aldebaran te has enfrascado en una polémica con el irreverente de turno. En Betelgeuse te has intoxicado con un opioide experimental procesado por otros artistas del antimundo. Hermosa intoxicación soy la imagen residual de uno de tus más vulgares sueños. Ashcroft despiertas del sueño, pero no convertido en un voluminoso insecto sino en un adolescente prematuramente envejecido. Soy el vómito de una ameba pretenciosa. Una ameba unidimensional que no participa de los descubrimientos del cosmos. Ashcroft es mi dios. Me pierdo en la grámatica de un voluminoso necronomicon digitalizado. Mis neuronas son débiles como mi respeto por sus leyes. Ashcroft es el Dios padre que se transfigura en la trinidad. No he enloquecido al ver la trinidad como alguno de los eremitas que venera mi Dios. Solo he bostezado. No he comprendido. No soy digno de la trinidad que busca con fervor la absolución de mis pecados. Dios-Ashcroft se materializa en un mendigo que sufre por la belleza del cosmos. El mendigo–artista, policíadelaverdad. Aschroft llora por la belleza y por la crueldad de los otros policías-humanos pero ellos no han comprendido. Ahora el mendigo se hace Verdad. Dios padre, dios de la venganza. Seremos triturados por la máquina hermosa, por la máquina culta. ¨Yo soy el que soy¨ dice el mendigo. Te condeno a que mueras ahogado entre los excrementos de la ameba. Pero para tí no existirá el réquiem ni la luz eterna. Para tí no existirán los coros de doncellas ni los aplausos del mundo. Dios es el verbo que se oculta en la sensualidad del silencio. Pero no has comprendido sus gemidos deseperados en el desierto. Engordas como el monje en su celda electrónica. Has blasfemado contra la trinidad, no te has alegrado de los sonidos de su melodía. Has orinado ríos en los evangelios de la belleza. Has ensuciado las letras de su calma. No eres serpiente. Eres residuo. Como tal te escupo.
Bienaventurados sean los que han despreciado el lenguaje de la ameba.
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